El 28 de mayo se celebra el Día Internacional de la Higiene Menstrual. Una fecha importante para normalizar nuestro periodo, para desmentir mitos relacionados con la regla y aprender a conocer mejor nuestro cuerpo.
La mitad de la población tiene o tendrá la regla y por eso es importante recordar que un proceso natural como la menstruación se convierte en otro factor de desigualdad de género para muchas niñas y mujeres. Es tratado como un tema tabú y se alimenta de una cultura de vergüenza que conduce a la expulsión, el abandono y la discriminación.
Para muchas niñas, tener la primera regla viene de la mano de emociones que se entremezclan. El miedo, las dudas, la incertidumbre por el futuro, el sentimiento de vergüenza y el silencio son algunas de las sensaciones que se aparecen ante la primera menstruación.
Biológicamente, una niña puede tener su primera regla a la edad de 9 ó 10 años, y en muchas culturas este hecho se convierte en una especie de pasaje que te convierte en mujer. ¿Qué significa ser mujer en muchas partes del mundo? Significa que estás lista para casarte, mantener relaciones sexuales y, sobre todo, para ser madre. En ocasiones, la preocupación y el miedo a que se queden embarazadas sin estar casadas y con el fin de proteger el honor de su hija y la de la familia, muchas chicas son obligadas a casarse al poco tiempo de tener su primera menstruación.
A partir de este momento, los estudios se convierten en un suplicio para muchas de ellas al no disponer de recursos económicos para afrontar los gastos correspondientes a productos sanitarios. Sin un conocimiento del proceso de menstruación y de las opciones disponibles para el manejo de la higiene menstrual, sin disponer de acceso a instalaciones, saneamiento, infraestructura e insumos adecuados que les permita cambiar y desechar los materiales menstruales, un alto porcentaje acaba dejando los estudios debido a la imposibilidad de obtener los recursos adecuados y por el temor a mancharse o ser señaladas. Al principio sólo dejan de acudir los días que menstrúan -entre 4 y 5 días al mes-, provocando un atraso en su rendimiento escolar que contribuye a que los padres o familiares con los que conviven se cuestionen el valor y el coste de su educación, resultando en algunos casos, finalmente, en el abandono de sus estudios.
La menstruación no debería ser el final de la educación de ninguna niña ni la señal de estar lista para el matrimonio. Necesitamos facilitar un entorno seguro y sano para que el periodo no se convierta en un peligro, sino en una parte más del crecimiento de una niña. Para ello, es imprescindible educar tanto en los hogares como en las escuelas sobre la importancia de la higiene menstrual y además facilitar de forma gratuita los productos necesarios.
No obstante, para aquellas niñas y mujeres que sí pueden permitirse económicamente comprar los productos sanitarios y necesarios que ayudan a absorber o recolectar el sangrado vaginal, la menstruación sigue teniendo consecuencias negativas debido al estigma asociado con el periodo, alimentado por mitos y tabúes. Muchas mujeres se ven apartadas de la sociedad, de sus hogares y de los lugares de culto cuando están menstruando, lo que les provoca un impacto negativo en su desarrollo emocional.
En todo el mundo, hay tanto secretismo sobre la menstruación que incluso cuando nos atrevemos a hablar de ello empleamos eufemismos como «ese momento del mes» o «estoy mala». No nombrar las cosas por su nombre no nos hace ningún bien. Es importante hablar abiertamente sobre un proceso que es biológico para acabar con estereotipos y para evitar que se convierta en una maldición o castigo que tenemos que soportar las mujeres.
Es primordial que actuemos juntas y juntos para combatir la pobreza menstrual. Una vez más, la educación es nuestra mejor arma. A través de la educación y acceso a información de calidad podremos eliminar estereotipos y construir una sociedad más equitativa con igualdad de oportunidad para todas y todos.
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